El Autobús

Hoy subí al bus. Me llevé grandes sorpresas.
En la parada esperaba junto a mí, escondido tras un periódico gratuito, Bill Gates. Uno de los cristales de sus gafas estaba roto y puercamente arreglado con metros de celo. Llevaba la corbata bien atornillada y un traje muy elegante, con una mancha de por lo menos tres días. Pagó con la tarjeta del bus y se sentó atrás. Yo me senté delante. Junto a un tipo con sombrero.
Tenía una botella de Fanta casi vacía, y tarareaba la canción de un anuncio de la radio. Tenía también un crucigrama a medio hacer. Mel Gibson. Pensé en pedirle un autógrafo. Pero, preferí cambiarme de asiento.
Una señora impertinente, Barbra Streisand, pensé que ya sería el colmo. Por suerte me equivocaba. Era Hillary Clinton, llevaba una bolsa de plástico de Gadis. Y un gesto de inconformidad, se ve que no le apetecía llegar a casa.
Me harté de tanto famoso venido a menos. Y me bajé en la parada más inmediata. Seguí mi camino andando. Vi un grupillo de gente amontonada al rededor de una limusina. Mi vecino se había comprado unas gafas de sol nuevas. De repente todo había cambiado. Un camión de mudanzas esperaba frente a mi casa con una ducha de hidromasaje, al parecer para mi madre.
Estaba harto de tanto montón venido a más, así que recogí los playmobil.